No podemos negar el hecho de que somos un cuerpo-mente y que cada vez son más las personas que viven con esta convicción, con la seguridad de que sus emociones determinan su día a día.

Si hay una etapa que considero especialmente influenciable por el estado en que se encuentran sus emociones es la de una mujer durante el embarazo, el parto, el puerperio…  la maternidad, la crianza.

Para Jung era “la sombra” y de la misma forma denomina Laura Gutman a aquellas emociones que aparecen durante estos periodos y que habiendo estando escondidas, nos cuesta reconocer y aún haciéndolo, nos cuesta aceptar.

Pero vayamos a la práctica para no perdernos en razonamientos demasiado filosóficos que nos hagan perder el hilo.

Escuché una vez decir que el embarazo es el mejor estado de una mujer, es cuando más está en plenitud ya que alberga una nueva vida.  Y, personalmente, estoy de acuerdo. Otra cosas es cómo se encuentren sus emociones…

Depende de para quien, el embarazo, principio de este proceso, se considera y está equiparado a una enfermedad o patología como podemos ver por las continuas visitas al médico, pruebas, controles y exámenes.   No diré que algunas no sean necesarias, pero desde luego… no todas las que se hacen.  Y hablamos de la parte física porque del estado de sus emociones en esta etapa, lamentablemente, pocas profesionales se ocupan.

Como digo, hay algo que generalmente no se considera y que, de nuevo para mí, tiene muchísima importancia ya que ahí está el quid de la cuestión para que una mujer pueda llevar un embarazo y tener un parto y puerperio de lo más natural.  Es su estado psico-emocional, del que, en gran medida nos encargamos las Doulas durante nuestro acompañamiento. Cómo sus emociones se van manteniendo a salvo durante estos procesos es algo a lo que todavía se le da poca importancia.

Al comenzar un acompañamiento, me gusta saber cómo se siente la mujer en esta nueva situación, si su embarazo ha sido deseado…  Cómo se encuentra física y emocionalmente, cuál es la reacción de su pareja frente a sus posibles cambios de estado, cómo es la relación con su madre… Es una información básica, muy simple -aunque no del todo suficiente-  pero considero que son elementos importantes a tener en cuenta y que, de alguna manera, me indican el estado general de la madre embarazada. Insisto, me importa el estado de sus emociones.

Es posible que para muchas mujeres no haya más planteamiento: se han quedado embarazadas y van a tener un bebé. Se encargan de buscar la atención de un médico, como mucho de un hospital.  Y comienzan a comprar ropita y artilugios varios que luego, la mayoría no van a servir para nada. No acuden a talleres, no asisten a cursos, si quiera leen algún buen libro… Este es un sector de población y no podemos negarlo porque existe, es real. No se plantean los cambios que sus emociones están sobrellevando.

Sin embargo,  hay otro tipo de mujeres que, incluso antes de su embarazo, ya comienzan a interesarse por lo que va a ocurrir en su cuerpo… y en su alma. Mujeres ávidas de información y de formación. Mujeres que están atentas a sus cambios, a lo que su cuerpo demanda, a lo que sus emociones manifiestan. Mujeres que toman las riendas de su gestación y eligen la manera que quieren ser tratadas, que eligen a un personal sanitario respetuoso que se ciña a sus deseos, mujeres que hacen un rastreo a fondo para encontrar la mejor forma de parir, bien en un hospital con el protocolo de parto normal que marca la OMS, bien pariendo en su casa. Mujeres que cuidan, también, sus emociones.

Como Doula y partiendo del respeto hacia todas y cada una de las decisiones, voy a referirme a quien actúa con toma de consciencia.

Porque cuando una madre llega a sentirse emocional y psicológicamente fuerte y segura, tiene muchas más posibilidades de tener un feliz embarazo, un buen parto, una lactancia segura… una crianza consciente y respetuosa hacia sus hijos.

Porque todo forma parte del mismo conglomerado. Las emociones determinan el estado de ánimo y éste, contribuye de manera positiva -o todo lo contrario- al desarrollo, a la vivencia de unas realidades que dejarán una huella gozosa o traumática.